Ocho y media de la mañana. Para
de metro Banco de España, Madrid. En el andén somos cuatro personas, el panel
informa de que queda un minuto para que llegue el próximo tren. Saco el libro
de la mochila, lo tengo en la mano para no tener que buscarlo una vez dentro. Llega
el convoy, se abren las puertas, los vagones se quedan prácticamente vacíos. Entro
por la primera puerta, me apoyo junto al cristal que da a la cabina del
conductor y abro el libro por la primera página. Hoy estreno título, ‘Un día más
de vida’, de Kapuscinski. Paso la estación de Sevilla, apenas se suman
pasajeros. Llegamos a Sol y el tren completa su aforo. A mi izquierda observo a
un hombre, latino, con uniforme de trabajador del sector servicios. Me mira, le
miro y me percato de que no va solo. Acompaña a su hijo, con abrigo naranja y
zapatilla de deporte. Está junto a la barra de se sujeción, se suelta y viene a
apoyarse en el hueco que queda entre su padre y yo. En la mano lleva un libro
del Barco de Vapor, lo abre y prosigue leyendo por la página que le marca el
separador. No puedo dejar de mirarle, cierro mi libro y escruto el vagón. Va
completo, a rebosar y apenas cinco personas leen. Esta vez las nacionalidades
son muy variadas, no predominan los extranjeros, como suele ser habitual en e
metro de Madrid. Aprecio que apenas hay cinco personas leyendo entre las más de
cien que compartimos el espacio. Casi todas con libros electrónicos, excepto el
chico de mi izquierda y yo. Vuelvo a fijar mi mirada en él, deja de leer, me
mira, sonríe y vuelve a centrarse en la lectura. Vuelvo a abrir mi libro,
llegamos a Noviciado, me quedan sólo dos paradas para apearme. Vuelvo a cerrar
el libro y pienso. Nos quejamos de que han venido demasiados inmigrantes,
criticamos que no se integran, que tienen una cultura diferente e incluso que
carecen de educación. Vuelvo a observar al chico, analizo la actitud de su
padre y su mirada de admiración ante su retoño. La megafonía anuncia mi parada:
Quevedo. Se abren las puertas, me bajó del tren. Puede que la solución pase por
dejar de criticar a los demás y empezar a imitarlos. Quizás el futuro pase por
ellos, por los que ahora lo hacen bien.